Buscar

Las Hipnopómpicas

Territorio Poppins

Etiqueta

Quiero ser un bote de Colón

índice alfabético (que no orden de lectura) de capítulos publicados

que es = que   Quiero ser un bote de Colón

Quiero ser un bote de colón

A este capítulo que habla en parte del golpe de estado de 1981, y que está escrito desde hace un tiempo, le acabo de añadir una parte de

texto centrifugado, mediante photoshop (ahora lo veo más claro: texto y sensación se parecen más)

Ochenta y más

Una amiga me decía hace unos días que las mujeres de mi/nuestra generación (gente nacida en torno al año 1960, o sea gente muy joven en los años 80 – década de «plasti-glas») somos gente -nosotras, las mujeres- que han perdido un buen puñado de oportunidades.  Seguramente también los hombres. Pero por razones sociales y políticas, nosotras más (no me cabe duda).

Quiero ser un bote de Colón (la canción, y también el capítulo en Pop-pins) es una micro-historia que refleja esa pérdida. Ya lo comenté en un post anterior. Por lo que habréis visto, queda claro que hay contenidos en Pop-pins que desde luego tienen que ver con mis propias experiencias. En ese sentido, creo que Pop-pins  es un texto en cierta forma generacional y con una visión descaradamente de mujer, aunque confío en que sea inteligible para toda la gente (el orden de los factores -sexo y edad- sí altera siempre el producto, pero eso no debería importar: la creación exige un esfuerzo y el lector/espectador debe ser igualmente partícipe esforzado: ya vale de pedir productos blanditos y fáciles: no puede ser tanta acomodación, no puede ser— nos volveremos tontos, ay).

Que las mujeres que fuimos muy jóvenes en los años 80 pertenecemos todavía a una generación de las renunciadoras me lo decía esa amiga el otro día, sentadas ambas frente a mis padres, aguardando en la consulta de su nueva médica de cabecera.  Es éste un tipo de quehacer que a las mujeres nos sigue correspondiendo más frecuentemente y mayoritariamente: carga sobre carga, deslizándose entre nuestras costillas, seguramente tanto por la perduración  de determinadas inercias grupales durante siglos como por la facilidad con que los hombres aprovechan la diferencia de sensibilidad y percepción entre nosotras y ellos  (hablo en general) ante determinadas situaciones para proseguir en su inveterado escaqueo ancestral.

Hace años, un antiguo jefe que yo tenía en mi trabajo «profesional» (la diferencia entre mi «trabajo profesional» y mi «trabajo literario» no la marco yo: me tomo ambos bastante en serio; la marcan quienes sí me pagan por uno y quienes no me pagan -salvo momentáneas excepciones- por el otro) me hablaba de un compañero recién incorporado: es un chaval muy inteligente y capaz, aunque tiene un defecto: está demasiado involucrado con su familia, le dedica mucho tiempo.

Sé que el tiempo transcurrido desde entonces ha traído ciertas modificaciones positivas (para el conjunto de los grupos sociales occidentales) a esa actitud masculina. La separación neta entre actividades privadas y laborales y sociales era propia de una sociedad en la que los géneros tenían adscritas tareas muy diferenciadas en el conjunto. Conforme las mujeres hemos ido incorporándonos a las funciones laborales y de representación grupal, hemos tenido que desarrollar fórmulas de compatibilización de éstas con nuestras tradicionales tareas privadas. Y creo que poco a poco los hombres también se van dando cuenta de que la multi-tarea es posible. Afortunadamente, la tecnología ayuda.

Digo todo ésto, porque como siempre ando quejándome de mi intermitencia literaria, de mi carga de tareas, etc, etc , pienso que quizás será bueno aquí exponer con cierta claridad que esa intermitencia no se debe en absoluto a arrebatos de temperamento, a depresiones cíclicas, a dudas existenciales o no existenciales… se debe simple y llanamente a que no me da de sí el tiempo, a que cuando tengo un rato, a menudo, estoy agotada.  Porque la vida a ras de suelo, existe, y yo no sé soslayarla (tampoco quiero, claro).

Y digo todo ésto para que se perciba la vida multi-tarea. En Luisamiñana.blog hice referencia hace unas semanas a esta afirmación de la escultora Anna María Maiolino:

(Maiolino) ha afirmado también que en todo caso la impronta femenina de su creación artística consiste en la ausencia de jerarquía, porque la mujer da la misma importancia a todo lo que hace y todo lo que le interesa, la mujer trabaja entre cosas

Suscribo, suscribo, suscribo.

Y digo ésto, porque no quiero que la multi-tarea siga suponiendo una pérdida de oportunidades.  Me canso de ello. Y digo ésto, porque quiero reconocimiento para esa multi-tarea (no hablo de mi caso especialmente; hay multi-atareadas mucho más estresadas que yo). Y digo ésto porque seguramente todavía lo práctico tiene una consideración mucho menos delicada que lo intelectual o lo ejecutivo; y sin embargo, ya se sabe: dejemos de ejecutar lo práctico y la vida intelectual  se volverá mineral.

Y digo ésto, porque me canso de que el silencio de las mujeres de una época pasada (uno de los temas de Pop-pins: ya habréis ido viendo que Pop-pins es multi-temática) se haya convertido en silencio respecto a cuestiones como ésta de la multi-tarea.  Yo lo veo  así.  Es una percepción que advertí con claridad (quiero decir con encarnadura – que no es lo mismo ésto que haber pensado en ello) hace unos días, mientras cerraba el capítulo Ojalá que a mi madre le hubiera gustado el cine: lo advertí pensando en la vida de las mujeres que fueron de la manera en que lo fue mi madre (a la que veía a sus ochenta años sentada en frente de mi, aguardando su consulta con la médica de cabecera),  y pensando en esa actitud de ellas, una actitud que nos dejaron como legado, y contra la cual hemos debido luchar nosotras (las que fuimos muy jóvenes en los años 80) toda nuestra vida. Y aún estamos en ello: tiene narices.

Por éso, digo que todo ésto que cuento aquí también es make on de Pop-pins un (muy largo make on).

Un capítulo más

Ayer terminé un nuevo capítulo de Pop-pins: «Ojalá que a mi madre le hubiera gustado el cine» y está ubicado en 1954. Pop-pins se construye en base a capítulos muy cortos. Las historias no tiene un desarrollo completo. Son más bien escenas, momentos que deberían actuar casi como emblemas, aunque sin la representación gráfica consiguiente (http://es.wikipedia.org/wiki/Emblema). No es que haya nada de enigmático en los textos de Pop-pins. Al contrario creo que están saliendo muy explícitos.  Cada uno de ellos es lo que dice, pero además sin duda tiene vocación de transformarse y dejarse interpretar.

Las madres de la gente de mi generación han sido unas mujeres muy machacadas en este país: España. Si eras mujer y no te gustaba el cine la vida se podía volver muy muy gris y muy triste. Las he conocido así, a algunas de ellas.

Quienes hayan descargado «Narrativas» y le hayan echado un ojo al capítulo pop-piano allí publicado («2 de julio de 1970) y ahora lean este post, pensarán quizás que Pop-pins es una novela sobre el franquismo. No. Pero también. Ya se irá viendo. El capítulo «Quiero ser un bote de Colón» está situado en 1981 y tiene un referencia al golpe de estado que en mi pensamiento automático ha quedado asociado a la canción de Alaska y los Pegamoides: me veo a mi misma pasando por delante del Gobierno Militar de Zaragoza, la mañana siguiente al golpe; el patio estaba lleno de vehículos, que no me parecieron los habituales, aunque también es cierto que no entiendo nada de vehículos militares; pero cuando menos, había bastantes más de lo usual. Yo no había dormido nada en toda la noche. Que nadie durmiera no es verdad. Pero yo estaba exhausta, la ciudad bastante silenciosa,  y por mi camino (en mi recuerdo al menos) suena «Quiero ser un bote de Colón».  Era una canción en la que yo entendía una voluntad absoluta de transformación.

Como veis en tan sólo tres pequeños capítulos hemos saltado de 1954 a 1970 y a 1981. Así son las cosas en Pop-pins.

Hay días que estoy tan cansada y tan varada mentalmente que me es imposible escribir una sola línea. Pero mi voluntad y la de Pop-pins, que persiste en su esquina de mi cerebro contra viento y marea, se empeñan en seguir. Esperamos no resultar demasiado cansinas ni empobrecidas.

Quiero ser un bote de colón

 

2. <Nota previa (27-12-10, 00.30): Hay que corregir algo la redacción y mañana haré las pertinentes inclusiones en el grupo de facebook. Pero de momento, dejo el  texto sin corregir en este post. Es que tengo un poco de sueño y quiero leer un rato antes de dormir, que ando un tanto enganchada a Sukkwan Island >

 

3.  //(27-12-10, 23.10) hago algunas pequeñas correcciones ya a las 11 de la noche del lunes, 27 de diciembre. Me he pasado el día en el trastero de casa: lo cual no es ajeno a Pop-pins, al menos bastante menos ajeno de lo que pudiera parecer. Me voy dando cuenta de que vida cotidiana y decisiones literarias (dicho así para que nos entendamos, pues no me creo en exceso estas diferenciaciones) tienden a involucrarse, no trascurren desconociéndose. Así que me he pasado el día literalmente en el trastero: ordenando, desechando y tirando, reordenando, limpiando. El trastero es ahora una saludable mezcla de memoria escogida y presente marginal. Me he cansado mucho (por lo cual ya no sé si podré trabajar ahora); pero me he sentido bien poniendo las cosas en su sitio. A continuación vincularé este post al grupo Pop-pins de Facebook)//

 

1.  (27-12-10, 23.45) Alguna vez, al principio de este lento y tortuoso «make on» de Pop-pins, creo que ya comenté que la idea nuclear del relato comenzó a fraguarse hace ya tiempo. Esta es la tercera redacción que afronto. Ninguna de las dos anteriores pasó de unas cuantas páginas; la segunda llego a algo más de treinta y la primera ni eso. El motor emocional e intelectual (digamos) de la historia que justifica Pop-pins creo que ha cambiado poco, sobre todo en relación a todo cuanto se ha ido transformándo la manera de contar . Ha ido cambiando de la misma manera que pienso que yo he ido transgrediendo mi propio lenguaje.

Nada extraño en lo que digo. Nada inusual. Pero un «make on» sirve para contar tanto cosas extraordinarias como aquellas otras más intranscedentes en apariencia, y sin embargo tan determinantes. Mi propio cambio me ha sometido a grandes inseguridades, lógicamente. En este último periodo he tenido la sensación de que no sabría salir adelante. Sobre todo porque pensaba que estaba abandonando radicalmente mis impulsos iniciales a la hora de plantearme la historia que hay en Pop-pins: la historia de Helia Alvárez, actriz, y su familia. Pensaba que en la escritura actual me había alejado mucho de ese hilo conductor, que había derivado hacia otro tipo de preocupaciones más teóricas. Y me sentía mal. En contradicción. No quiero eliminar estas últimas y actuales preocupaciones (muy en relación con las contemporáneas circunstancias de crisis general, también con mi necesidad de ampliar mis conocimientos en algunas zonas de la ciencia y la tecnología); pero tampoco deseo olvidar mis referencias primeras. Y en esas referencias es donde sobrevive y respira el origen de Pop-pins. Han llegado hasta aquí con Pop-pins.

Ahora estoy más contenta. Quería retomar el ritmo de trabajo afrontando algunos capítulos en los que la novela se sitúa en determinados momentos históricos. Eso después de tener escritos otros en los que, como digo, hay bastante de cuestión teórica sobre la propia Pop-pins y también mucho discurso sobre los temas que he comentado en general (Google, la tecnología de la información, algunos pensamientos sobre el tiempo – bueno, son cosas que al releer lo escrito me parece percibir). Decidí coger el  toro por los cuernos y reabrí las anteriores versiones inconclusas. Y estoy más contenta porque no todo ha resultado ser inservible. Hay algunas páginas que puedo realmente incorporar, haciendo todos los ajustes estilísticos precisos. Y eso me pone contenta, no porque me evite una parte de redacción ex nihilo (que también), sino, sobre todo, porque me enseña que no me había perdido tanto como creía. Uno de esos capítulos me parece que se quedará con este título: «Quiero ser un bote de colón» (como la canción, sí) y lo acabo de adaptar. En el próximo post os cuento algunas cosas acerca de él.

 

 

 

 Esta es la imagen del bote de Colón en la época de la canción. Época a la que más o menos se refiere el capítulo.

 

 

 

 

Por cierto, que estos días de Navidad TEA FM  ha estado reemitiendo los capítulos de Pop-pins radio emitidos hasta ahora. Los han radiado en plan seguido. Y la semana pasada grabaron los dos siguientes. Os diré cuando se emiten. Dejo aquí el enlace a la pestaña de iVoox donde se pueden escuchar ordenados cronológicamente las pop-pins de radio; por si alguien quiere y le apetece reproducir la experiencia que ha propuesta TEA FM.

 

http://www.ivoox.com/audios-pop-pins_sa_f24684_1.html

 

 

 

Blog de WordPress.com.

Subir ↑

A %d blogueros les gusta esto: