Estamos en imprenta. Es como estar en capilla. Tiempo de espera. Tiempo de volver a la expectación, porque la impresión es una última transformación del texto, y desde el otro lado es difícil evitar un poco de ansiedad. La recepción de un texto en su forma de libro nada tiene que ver con la mirada que atrapa el texto sobre el folio, o desde la pantalla. Ni siquiera se asemejan la mirada que recorre el texto dentro de la web y la que lo percibe en la pantalla en forma de pdf, que son galeradas. Ese pdf es ya un penúltimo estado de transformación, pero todavía es plano. Aunque ya vas percibiendo los pequeños cambios físicos hacia el objeto en tres dimensiones y cómo esos cambios afectan a lo que había sido tu manera de aproximación al lenguaje, y también, a la inversa, a la forma en la que un texto y la historia que contiene se muestran. Llegar a la conformidad íntima entre lo que fue al principio un danza surgiendo dentro de tu cabeza y su apariencia final de texto en libro no es un camino fácil de recorrer. Pero estoy convencida de que lo hemos andando bien con Limbo Errante. Sí que lo creo. Tranquila, Luisa. Tiempo Pop-pins. Territorio y más.
Confieso que no lo esperaba. Desaparecida la editorial Eclipsados, que había alentado desde un principio la realización de Proyecto Pop-pins y asumido por aquel entonces (hace ya tanto) la publicación final del texto en libro, creí que esta última fase editorial del proyecto ya no tendría efecto. Y fui subiendo textos y capítulos a la web, repensando últimamente todo el proceso un poco, parándome y parandolo para intentar reformular su cierre dentro del contexto y soporte web. Mientras iba pensando en otras cosas y otros proyectos también, y, ciertamente había abandonado bastante las anotaciones del making-on de Proyecto Pop-pins.
Pero, la vida de da sorpresas, sorpresas te da la vida. Y cuando menos te lo esperas, salta la libre. Y.
Hace apenas tres o cuatro meses recibí un correo: que si estaba interesada en publicar el texto novelado de Proyecto Pop-pins. Una editorial nueva. Quedamos. Hablamos. Una editorial nueva, que, la verdad, me transmite una gran confianza, una enorme seriedad. Iniciamos un trabajo en el que no nos hemos saltado ni uno solo de los pasos precisos. Ahí estamos. Dios los cría y ellos se juntan, por el tiempo que sea al menos. Víctor tiene migrañas, como yo. A Beatriz le gusta el teatro, como a mí, y le gusta mucho el teatro de Lorca, como a mi, y más El Público, de Lorca, como a mí. Beatriz y Víctor salen al ruedo editorial con cuatro novelas. Territorio Pop-pins, una de ellas. Limbo Errante es la editorial. Casi no falta nada. Y entonces Proyecto Pop-pins tendrá todo su sentido. Y eso lo he sabido no hace mucho, hace unas semanas, cuando concluí el texto.
– Todo duele, Rose Mary. Los disparos en Moscú dolían, y el estruendo de los tanques, y dolía la constatación una vez más del inevitable fracaso de la gente corriente, de nuestro fracaso también, pues tampoco Patrick y yo supimos salvar nuestro amor, no supimos elevarlo por encima de la banalidad y la vulgaridad. Entonces no sabía que nada hay más allá, y que no importa si lo hubiera. Entonces los paradigmas, como recuerdan constantemente los intelectuales, eran otros. Por lo menos, en estos tiempos nuestros ya casi nadie intenta engañar a nadie, incluso los asesinos van de frente, incluso los gobiernos sin escrúpulos y las corporaciones sin piedad van de frente. No es consuelo, Rose Mary; una generación conserva su carácter, su huella genética de nacimiento. La mía, la nuestra, de Patrick y mía, aunque más mi generación de españoles, está condenada a la frustración permanente, en bucle, a estar fuera de sitio y de tiempo en cualquier lugar y en cualquier tiempo. Siempre atentos a las desapariciones que se han ido produciendo, somos los mejor preparados para acompañar a los moribundos. Cuando en el otoño de 1993, en Moscú –estábamos allí como invitados de una sala independiente, representando la adaptación que Patrick había hecho de El Rinoceronte, de Ionesco-, él me anunció su regreso definitivo a Londres al tiempo que los tanques del bárbaro Yeltsin atronaban su correspondiente anuncio de una era sin reglas, sin normas (acaso sea lo justo), no sentí sorpresa, ni por lo uno ni por lo otro. Mi corazón hipnopómpico presintió una extrapolación extraña en la que de alguna manera todos estos acontecimientos se anunciaban el día en que murió Audrey Herpburn, en enero de ese mismo año, el día 20, en Tolochenaz, tranquila población suiza, a la que nada, ni la muerte, parecería capaz de alterar ni un solo punto de su verde y apacible paisaje. Sin embargo, las corrientes subterráneas, las raíces de la orogenia, no conocen obstáculos en sus caminos y en sus formas de transmisión. Ya sabe, lector, si el aleteo de una mariposa puede causar un maremoto al otro lado del mundo, cómo no va precipitar el cambio de era la muerte silenciosa de Audrey Hepburn, imagen perfecta de la victoria sobre el dolor, sobre la adversidad, de la capacidad de la humanidad de sobreponerse a sus propias barbaries, ser híbrido, mujer-vespa y alegría del mundo, dotada del poder de la transformación y la metamorfosis, mujer-sombreros, mujer-niña, actriz por voluntad de vivir y de amar. Yo la adoraba. El mundo no volvería a ser el mismo sin ella. ¿Y si no vuelves? ¿Y si te pierdes? En mi escondite puedes quererme.
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De momento, suponiendo que no haya correcciones mediantes (quién sabe), así concluye el capítulo «No mires a los ojos de la gente», que acabo de intercalar en Pop-pins.
Como dije hace unos meses, por el momento no puedo continuar subiendo a esta plataforma los nuevos textos. Su escritura sucede demasiado lentamente como para que tenga sentido hacerlo. Pero iré dando noticia, sea cuando sea, de cómo va la redacción, y también volveré a incorporar algunos otros elementos relacionados: imágenes, canciones, vídeos.
La escritura ha terminado imponiendo su propio ritmo. Es un ritmo muy interior, muy volcánico: cada pequeño capítulo parece requerir de bastante sedimentación previa, remoción de materiales y al final, concreción, en un punto, en un movimiento de escritura breve aunque intenso (al menos para mí).
La lectura última de las partes 1 y 2 de Mi Vida, de Karl Over Knausgard (La muerte del padre y Un hombre enamorado) ha terminado por convencerme de que debo ceder definitivamente a este ritmo que la escritura exige. Hasta cierto punto, claro. No quiere decir que no vaya a procurar de ahora en adelante una mínima disciplina (toda la que la propia disciplina de los quehaceres diarios y el trabajo no literario permita). Sólo quiero decir que no puedo forzar mis capacidades y sobre todo mi resistencia de manera ilógica. Y tampoco sé muy bien cuáles de todas las obligaciones podría evitar para conseguir algunos puntos más de concentración de esfuerzos. Así que. de momento, lo que hay es lo que hay, e iremos paso a paso. Sin más.
Por otro lado, la aventura Pop-pins es un proyecto en sí mismo muy pegado a la realidad. Eso sí, construido a base de elementos absurdos y de derribo, reciclados.
> making on:
La persona que les sigue los pasos, en plan vigilante de la lengua, a los textos que voy publicando aquí me riñe mucho, porque cree que no a menudo son textos terminados. De hecho, los subo y luego le aviso. Esta persona preferiría que el orden de actuación fuese el inverso. Por eso no le voy a decir nada de nada sobre este post de la zona «making on» de Pop-pins.
La cuestión es que, en este caso concreto de Pop-pins, desde el comienzo he sentido la pulsión de no temer mostrar, como se comprende bien creo, los procesos y los arrepentimientos (por emplear un término tan coherente, tan ajustado a la semántica de su uso en materia artística, cual quiera que sea, aunque provenga de la plástica, especialmente de la pintura). Los arrepentimientos en una pintura forman parte de la vida del cuadro, son su vida.
Los arrepentimientos pueden ser errores. Pero los errores, como bien define Lucía Egaña, no son fallos ni fracasos. Son proceso. Una obra perfecta es una obra mercantil. Pero no tiene por qué ser una obra viva. Realmente, no lo es ya. En ese sentido, Proyecto Pop-pins no disimula: a veces avanza rápido, otras se atasca; a veces sale un capítulo casi redondo, y otros deberán ser reformados, sin duda. Iremos generando claves más o menos encajadas. Y al final, seguro que habrá que retomarlo todo, reorganizarlo, reescribirlo… Pop-pins no huye del territorio riesgo y del territorio error, no elude ni la resta ni la suma.
Me ha parecido de gran interés este vídeo-ponencia de Lucía Egaña en el Seminario x0y1, dirigido por Remedios Zafra, precisamente porque plantea una perspectiva de la creación y la creatividad desde la asunción del error como instrumento (y en este sentido, añado, sería muy interesante una lectura de algunos de los corpus literarios y plásticos más relevantes de la historia a través, precisamente, de los errores y los arrepentimientos – que tal vez exista: voy a ver, y mientras podéis echar un vistazo al vídeo – porque es la historia del aprendizaje)
Helia se queja mucho. Se queja y a menudo no me deja concentrarme. Le he pedido un tiempo propio, sin ella, para terminar un libro de poemas que se llama «Ciudades inteligentes». En ello estoy. Falta un poco. Corregir algunas cosas aún. Mantener el pulso poético en la escritura y el pulso narrativo a la vez no es muy factible, al menos para mi. Le tengo ganas a ese libro de poemas. Y por eso hice un pacto con Helia. Pero ella no está cómoda recluida en su hipnopompia, ahora que había salido a la luz y estaba consiguiendo hilar episodios de su biografía y de sus sueños que eran para ella simas, como cuadros no descifrados, como películas vistas en somnolencia, como un libro cuyo lenguaje no consigues penetrar, como estar con alguien a quien amas mucho, aunque atisbes al fondo el monstruo que te devorará. Yo misma he pasado alguna vez por cada una de estas experiencias. Es desesperante. Así que la entiendo. Pero no puedo hacer otra cosa que entretenerla con índices de capítulos restantes, proyecciones mentales de escritura, o alguna lectura en voz alta de lo ya escrito. Le digo también que puede quedarse a mi lado, mientras termino el poemario; que incluso puede inmiscuirse en él. Creo que me espía, cuando los corrijo; creo oírla repitiendo algunas cadencias, sentada tras de mi. Y me gusta su compañía. Espero que aguante un tiempo más de espera y no me cause demasiados insomnios (eso le encanta).
(Creo que -hablo ahora desde un punto de vista esencialmente técnico- escribir una pseudonovela por entregas, y hacerlo además en la red y sin remuneración previa ninguna, permite algunas licencias a la autora, como ésta de administrar los tiempos creativos. Por otro lado, la exposición in progress del trabajo no me molesta, no me obsesionan los posibles defectos que sin duda se verán; en otros campos creativos se trabaja así, a la vista, y no pasa gravemente nada. Iremos creciendo todos a la vez y redondeando paulatinamente. Cuando empecé a colgar los capítulos de Pop-pins pensé en mantener un ritmo muy regular; pero ni la vida me lo permite, ni creo que sea estrictamente preciso).
-Helia acaba de hacerme un corte de mangas, pero se le pasa enseguida-
Trabajo ahora en varias cosas a la vez. Hablo de escribir y de E-scribir. Trabajo en Pop-pins (que es un proyecto multiproyecto). Trabajo también en dos libros de poemas.
En relación con Pop-pins, además de continuar con la E-scritura y andar con esbozos previos para la nueva desviación-radioteatro que le prometí a Chusé Fernández Cotenax para TEA-FM, estoy con la redacción de un artículo sobre Proyecto Pop-pins para un libro que coordina la profesora Francisca Noguerol (Bits y Letras, creo que será el título genérico).
Al preparar y escribir este artículo he descubierto que en este momento me interesan más los conceptos y fenómenos que aproximan las prácticas analógicas y digitales de la escritura y la literatura que las diferencias. Por ejemplo, me interesa más ver cómo la llamada «interactividad» o necesaria multiparticipación en el proceso creativo de la literatura (digamos) digital ha evolucionado desde otras formas anteriores de participación por parte de los receptores y/o lectores, aunque no fueran tan evidentes. Muchos autores insisten ya en ello, remontándose a la literatura oral pre-Gutenberg, que se construía incluyendo aquellas variaciones que al relator le iba sugiriendo su propia invención, experiencia, pero también las reacciones de sus sucesivos y distintos públicos (los actores siempre han trabajado así). Puede ser una referencia buena, porque además conlleva una atención especial sobre la importancia de los puntos de vista en la construcción literaria (tantas historias y formatos como lecturas y re-tranmisiones) -tantas teorías y análisis literarios al respecto, y una sola y simple observación psico-sociológica constante-.
Este post es un TELÓN.
Tras él (haz click) están algunos materiales que -si el momento no requiere otra cosa- componen una breve intervención el miércoles, 9 de octubre (16 horas), en el II Congreso Internacional de Radioteatro y Ficción sonora – sede Zaragoza.
La intervención tiene esta forma de post y estará aquí, en la web Proyecto Pop-pins, desde donde se cuenta. El TELÓN es ya una parte de dicha intervención. La imagen es de Carmen Luna, fotógrafa. Debo la sugerencia al principio del excelente libro de Remedios Zafra, (h)adas Mujeres que crean, programan, prosumen, teclean (Páginas de Espuma, 2013), cuyo primer capítulo, que se titula «El sonido del tiempo propio», se sostiene sobre el sonido evocador y definitorio de una máquina de coser que maneja una mujer en los años cuarenta, cincuenta del pasado siglo XX … Una mujer que bien pudiera haber sido, Albertina, una de las protagonistas de Pop-pins… El sonido de la máquina de coser… Evocación …
PANEL 5. Imaginación y radio. Ambientes y espacios.
Ponentes: Juan Carlos Ortega (SER), Luisa Miñana (Proyecto Popins).
Modera: Fran Picón (Asoc. Aragonesa de Escritores)

He estado viendo y escuchando a Julián Casanova en esta estupenda entrevista
http://lacaffe.es/video-entrevista-julian-casanova
En realidad lo que me parece magnífico, por lúcido y transcendente, es el discurso del profesor Casanova: pegado al suelo y alto en reflexión.
De todas las cosas en las que coincido con su análisis, quiero destacar una, la que a mi me parece la raíz putrefacta de muchas cosas que están sucediendo (si hablamos en concreto de España): la falta de responsabilidad civil, social. Desde un punto de vista emocional y de búsqueda ética e identitaria personal es lo que plantea siempre en sus reflexiones la protagonista de Pop-pins, Helia Alvárez. Es un leimotiv en Pop-pins que viene a indagar en que sucedió durante los años de la dictadura franquista para que efectivamente la sociedad que sale de allí y se desarrolla después presente tantas carencias en formación democrática. Helia Alvárez soporta todo el tiempo una gran sensación de haber heredado bastantes mentiras y un gran silencio.
En términos históricos, Julián Casanova lo resume muy bien en esta entrevista cuando llama la atención sobre el hecho de que la sociedad española se perdió las décadas fundamentales de construcción cívica democrática en Europa, precisamente los años entre 1945 y 1980, más o menos, los años de auto-regulación tras el cataclismo de las dos grandes guerras mundiales.
No sólo reconozco que la escritura durante el Proyecto Pop-pins está influida por muchas informaciones y circunstancias que van sucediéndose mientras escribo y vivo, o vivo y no escribo, sino que reivindico esa aleatoriedad consecuente (asúmase la posibilidad de estos estados de la consciencia y del ser que son gracias a que se cumplen a su vez estados aparentemente contradictorios, teniendo en cuenta que la contradicción no es una ley de la naturaleza, sino una ortopedia social).
Como preámbulo al siguiente capítulo de Pop-pins (en el que estoy y desde el que me disperso, porque leer siempre te lleva a no lugares), dos breves preguntas/respuestas de Anton Zeilinger (creador del primer entorno de experimentación que fue capaz de observar la teletransportación* de fotones entrelazados) en una entrevista aparecida en La Contra de La Vanguardia en noviembre de 2012:
Pregunta/respuesta 1 (que elijo):
La física cuántica se encarga del estudio de lo más pequeño, ¿cierto?
Va aumentando el tamaño.
Pregunta/repuesta 2 (que elijo):
Son más importantes las preguntas que las respuestas.
Por supuesto, y eso se ve clarísimo cuando hablamos con nuestros hijos: siempre es más importante su pregunta que nuestra respuesta
(http://www.lavanguardia.com/lacontra/20121124/54355782552/la-contra-anton-zeilinger.html)
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* Es muy reciente, de hace tan sólo días, la noticia de que científicos de la Universidad de Jerusalén han demostrado el entrelazamiento de fotones a través del tiempo y no existiendo ya el primer fotón observado/medido (tan frágil que perece al ser observado) — (http://www.tendencias21.net/Consiguen-entrelazar-fotones-que-no-coexistieron-en-el-tiempo_a18818.html)
¿Cómo es el sonido de una violación?
Llevo para varios días buscando. Para las llaves-sonidos, claro. Para el próximo capítulo, claro. No hay sonido. Habrá ruido, pero no hay sonido («es tan grande el disparo que está dentro del sueño» — la materia oscura de la información, en Las esquinas de la Luna —)
Usaré música-metáfora. Una de las composiciones que más honda tristeza me han producido nunca. Porque la ira es tristeza convulsionando, vacío dinamitándose y dinamitando cuanto encuentre a su paso.
Mientras llega mañana, otra composición barb.ara : Goodbye:

Un poco, muy poco, más arriba del plano que muestra la imagen se encontraban Helia Alvárez y Patrick H. el 16 de junio de 1982. Lo cuenta ella misma en el próximo capítulo que aún está terminando – Si te amo, morirás- (qué día tan largo está resultando este día en Londres en que Helia escribe).
«Un jersey de ochos» puede ser un objeto muy cursi o un objeto revolucionario. Según. Seguramente será el titulo (al menos el título provisional, como lo son por el momento todos los títulos de todos los capítulos que voy publicando – ya veremos si se convierten o no en medianamente definitivos) del próximo pequeño capítulo en el que trabajo y que subiré en un par de días / más o menos – nada fijo hay en la web, aunque en la web todo sea tan persistente como mutable.
«Un jersey de ochos» habla de la viruela. También de algunas mujeres que tejían. Y de alguna cosa más, como la rebeldía (qué poquísimo rebeldes somos ahora, con la falta de nos hace)
Estoy acostumbrada a escribir en plan Guadiana.
Los escaparates, los mercados, los críticos, los expertos, los analistas, los colegas, incluso los amigos y la familia no suelen tomarse muy en serio aquellos trabajos que se realizan según un plan Guadiana. Pero la vida es – para casi todos- más Guadiana que Danubio. Aunque hagamos como que no: que sólo los Danubios deben ser considerados.
Bueno. Espero que – como Guadiana que soy- ahora toque crecida en los acuíferos y demás (hablo sólo de mis posibilidades de dedicarme a escribir unos ratos continuados). Volvemos a Pop-pins. Retomando tema: ya me gustaría a mí hablar de sexo en Internet (lo anuncié hace un mes, ya, ¿alguien lo recuerda?). Seguramente no. Bueno. Pero todos estáis ya acostumbrados a interrupciones narrativas en las series de televisión (primera temporada, segunda temporada… y no pasa nada).
Iniciamos pues temporada, como si dijéramos.
En toda obra de un autor (sea como sea la obra y sea quien fuere -bueno o malo, famoso o no, inteligente o lerdo, etc o etc- el autor) pueden rastrearse sus propios invariantes que van guadianamente apareciendo. Creo que hay en el libro Las esquinas de la Luna un poema que está en armonía vibratoria con Pop-pins, y lo copio aquí. Con ello, lo dicho, nueva temporada, dentro de unos días. Repito: ya me gustaría a mí hablar de sexo en Internet.
Mientras tanto (ay, mientras tanto – que diría Lorca):
Vida de Hotel
Si fuera una película, diría que he pasado toda la vida encerrada en esa habitación de hotel y en una sola tarde, como si hubiera sido la misma procesión de veranos e inviernos golpeando sin pausa el terco filo de los acantilados del que cuelgo.
Las campanas de San Antonio sonaban sobre el mar de la isla de Ibiza. Yo contaba las olas bajo las influencias de Sartre, de Merleau-Ponty, de Cristo, de Marx. Sin pestañear. Aún no tenía tiempo acumulado y, antes de conocer a Heráclito, el mar ya me enseñó todo lo que debía saber. Por eso, desestimé después a Hegel, por tramposo: aún no tenía mi cuerpo formas de mujer y ya te habías ido.
He caminado hacia mí misma toda la larga tarde de este verano sin final a la vista. Lo que compré en los mercadillos y en las tiendas de moda ya no lo tengo. Coqueteé con la utopía de buen grado y también amé versos y a hombres que temían los desastres y que hablaban de más, hombres que no callaban ante el mar ni ante mi cuerpo. Comí versos si no había otra cosa. Como versos.
Oigo mis propios pasos acercándose a mí por el camino que conduce desde el acantilado hasta el hotel: Starway to Heaven, starway to, star, ojála que las constelaciones no tuvieran siempre etiquetas de ron y de ginebra, que no fueran mentira ni tan viejas, que fueran una cama y tu nombre y tus manos en esa habitación de la que nunca hasta hoy había salido.
Me he instalado en el faro, por fin. Por lo que haya de suceder. Ahora cuanto pienso puedo comprarlo en Internet, vale un click. Me he acostumbrado a no tener razón. Sin pestañear. Esta tarde no acabará nunca, ni el verano, ni el nivel del mar rebosará tanto como para que no respire el acantilado ni un poco la esperanza donde balancearse.
Y todavía me pregunto cómo he podido pasar toda la tarde sin un beso en los labios.
(nota: comenzado a escribir en San Antonio, Ibiza, el verano del año en que murió el dictador Franco)