Si no fuera porque es lo que hace la mitad de la humanidad, me quejaría hoy, esta noche, de estar tan cansada -hoy y casi siempre-, de que este cansancio no me deja escribir lo que debería. Si no fuera porque la otra mitad de la humanidad se queja de estar sobrepasada por sus actividades y responsabilidades, lo haría yo también ahora y aquí.
El próximo capítulo de Pop-pins está a medias. Tendrá que ser ya para dentro de unos días. Aunque no dejo de pensar en cómo proseguirlo. Lo que está escrito iba a ser el comienzo, pero ya no. He bocetado un par de párrafos para ponerlos por delante. Y luego, ya no sé. El título es un poco largo: Ya me gustaría a mi hablar de sexo en Internet.
Mientras consigo el tiempo suficiente y la disposición adecuada para concluirlo, haré tareas más mecánicas, como maquetar la Revista Imán (para la que estoy escribiendo un artículo sobre nuevos soportes y nuevas formas de lectura), intentar colgar libros de Literatúrame! en Amazon y maquetar una portada de un libro para Sabara.
Lo mejor de hoy: que me lo he pasado muy bien escribiendo un comentario sobre mi experiencia de lectura de El niño que robó el caballo de Atila, y sobre todo el rostro iluminado de Daniel, mientras escuchábamos-veíamos parte de Las bodas de Fígaro, de Mozart; luego hemos bailado Danubio Azul, que siempre le ha gustado mucho.
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