El recuerdo es flexible. Imita un proceso de ida y vuelta, pero no lo es. Recordar no es revivir. Es simplemente vivir. Volver a hacerlo. El recuerdo es flexible como la goma del juego, pero nunca recupera su forma de partida. Recordar es vivir diferentemente. Otra vida. El juego de la goma me enseñó a hacer diferentes figuras y acrobacias con los pies y el pedazo de materia elástica que alguien/otros sostenían. No hay recuerdos vacíos. La memoria va modificando las condiciones/nos modifica. Si recordamos, cambiamos. Somos materia elástica. Sostenida sobre otros. El juego de la goma era geométricamente contradictorio: forma momentáneamente definida (rectángulo o líneas paralelas) que soporta otras formas que generan posibilidades. Otra vida. Atarse y desatarse. Vida y memoria. 1964. Cromos y paz, Vida y color. Me explico.
En el colmado familiar descubrí los polos de chocalate. El colmado estaba en la calle Mallorca de Barcelona. Mi padre abrió esa tienda poco antes de casarse con mi madre en Zaragoza. Cuando cerraba el colmado volvíamos al barrio por la tarde. A jugar a la goma aprendí en la calle Mallorca, con niñas de otra clase social (ellas me enseñaban su juego recién descubierto desde esa otra posición de privilegio, y yo lo sabía). Pero la goma flexible se estiró a lo largo de la vía del tranvía -ambas líneas paralelas, goma y vía-, sin romperse: transformación. Yo me asomaba a través de la ventanilla-guillotina. Para no marearme. Siempre que volvía a casa desde el mar o desde la calle Mallorca en el tranvía me mareaba. Si venía desde otros lugares, no. Sólo desde el mar y de la calle Mallorca, del colmado, de otro mundo que nunca sería el mío. Imaginar que las vías del tranvía eran los elásticos paralelos del juego de la goma estirándose y estirándose me ayudaba a no marearme: dimensión no abarcable. Los hipnopómpicos mantenemos mejor el equilibrio si no hacemos pie, al revés que la mayoría de la gente. Aunque entonces yo no podía relacionar todo esto. Yo creía que la goma era un juego culto y de chicas bien. Pero era igual de cutre que todos los demás. Porque en 1964 la calle Mallorca también olía a rancio. Y era el único denominador común. Cromos. Paz, 25 años. Los hipnopómpicos, ya se sabe, mezclamos las propiedades de los sueños y de la realidad; para nosotros solo existe la mutación. A Hard Days Night: http://youtu.be/cD4TAgdS_Xw
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