Cèdric Villani, matemático: «En la vida no hay que tratar de planificar demasiado».
Leído en El País /
Una frase bastante común en apariencia para alguien tan inteligente, sino fuera porque exactamente esa frase es el valor cuya constante deberíamos aplicar siempre a nuestros actos y a nuestras actitudes, y porque Villani ha calculado la ecuación de la que se deduce la conveniencia de esa voluntad no planificadora: ha demostrado que la velocidad de aumento de la entropía no es constante ni predecible.
En la vida normal diríamos: hay rachas.
Me muevo en la actualidad en una de esas rachas en que la tendencia natural a la entropía aumenta muy rápido en algunos momentos. No en todos. Pero no puedo predecirlos.
Recuerdo que cuando le plantee hace ya tiempo a Nacho Escuín este asunto de Pop-pins él me dijo: tendrás que estar muy centrada en ello. Yo debí responder algo así como: sí, claro, lo sé: en cuanto pasen unas semanas que necesito para que pueda organizarme, lo planifico todo y ya está. Pero entonces no sabía que existe esa imposibilidad de predecir la velocidad en la que uno se mueve hacia el desorden y que por lo tanto «no hay que tratar de planificar demasiado»
Sigo en el empeño Pop-pins. Pero evidentemente a un ritmo desordenado y poco planificado. Sigo como puedo. Mi vida cotidiana acelera su tendencia a la entropía a mucha velocidad en algunos momentos. Y quiero aclarar que tal situación tampoco me molesta en sí. Me agobia a menudo en relación al compromiso adquirido con quienes siguen más o menos este asunto pop-piano, ya entiendo que no con demasiado entusiasmo debido a su intermitencia (la de Pop-pins, digo).
Qué le vamos a hacer.
Si bien deberíamos todos ser un poco más conscientes (y no lo digo sólo por Pop-pins) de esa advertencia del sabio matemático Villani. Porque lo que hacemos siempre y constantemente es ir en contra de la ecuación natural. Y eso es razonable en algún grado en lo referente a la necesidad de organización de los ámbitos sociales como la economía, las relaciones sociales, la política, etc, que necesitan factores de corrección para que la entropía no se nos coma constantemente: no duraríamos dos segundos. Pero el pensamiento y la creación no necesitan en realidad esas correcciones; son mucho más enjudiosos cuanto más nos sumergimos en sus propios ritmos impredecibles.
Ya he comentado alguna vez que para mi la dilatación de Pop-pins, los ir y venir en la escritura en sí misma, no son un handicap demasiado oneroso a nivel personal. A veces al contrario, gracias a esos ritmos anárquicos, intermitentes, de larga duración, entrópicos, voy descubriendo factores y sentidos que, al menos para mi, pasan a formar parte del esqueleto de la novela. El sentido de las cosas.
Es como si en el fondo no pudiera tampoco escribir más deprisa porque todavía no hubiera pasado vitalmente por todo lo necesario para poder hacerlo. Poco a poco Pop-pins es cada vez más pop/pins y menos una novela moderna; en todo caso se parece más a una novela antigua: no es un universo cerrado y terminado ni en su concepción ni en su realización.
Así que ésto es lo que hay. No hay más, ni más deprisa.
Pura transformación. El sentido de las cosas.
Florin Ion Firimita*: Leda——->
*Florin Ion Firimita me ha prestado una de sus obras como portada de Pop-pins (un fragmento aparece en la cabecera). Un día de éstos hablaremos de su obra. Esta Leda creo que representa bastante bien el mundo metamórfico de Pop-pins-
febrero 20, 2011 10: 55am at 10:55 am
Estoy entre los que nunca cumplen los plazos autoimpuestos. Las dilaciones, interrupciones y los mil estorbos de las necesidades vitales me parecen nefastos cuando no alimentan la obra. Es un «kipple» (diría tal vez Philip K. Dick), residuo que se amontona sobre el escritorio:
http://www.kipple.es/?page_id=60
(incluyo algo de arquitectura ósea, como ves)
Pero es difícil discernir entre estos obstáculos y los tiempos de pausa durante los cuales madura en lo oscuro una obra ya iniciada o sólo proyectada.
Ánimo, Luisa, todo lo que escribes obedece a su propia ley interna, y crece (para bien) inexorable.
febrero 24, 2011 11: 19pm at 11:19 pm
Ángel, a mi los plazos siempre se me quedan estrechos, cortos, insuficientes. Tenemos vidas en dispersión continua, pero me temo que todavía no hemos aprendido a vivir así. Tienes razón en lo que planteas de que las tareas, los obstáculos son engorrosos si no son «reciclables». Yo procuro que lo sean. Y al final, si no hay imposiciones ajenas de ritmo de trabajo todo va encajando. El problema es que los ritmos suelen ser/estar muy estandarizados, y a menudo no me sirven.