Una amiga me decía hace unos días que las mujeres de mi/nuestra generación (gente nacida en torno al año 1960, o sea gente muy joven en los años 80 – década de «plasti-glas») somos gente -nosotras, las mujeres- que han perdido un buen puñado de oportunidades.  Seguramente también los hombres. Pero por razones sociales y políticas, nosotras más (no me cabe duda).

Quiero ser un bote de Colón (la canción, y también el capítulo en Pop-pins) es una micro-historia que refleja esa pérdida. Ya lo comenté en un post anterior. Por lo que habréis visto, queda claro que hay contenidos en Pop-pins que desde luego tienen que ver con mis propias experiencias. En ese sentido, creo que Pop-pins  es un texto en cierta forma generacional y con una visión descaradamente de mujer, aunque confío en que sea inteligible para toda la gente (el orden de los factores -sexo y edad- sí altera siempre el producto, pero eso no debería importar: la creación exige un esfuerzo y el lector/espectador debe ser igualmente partícipe esforzado: ya vale de pedir productos blanditos y fáciles: no puede ser tanta acomodación, no puede ser— nos volveremos tontos, ay).

Que las mujeres que fuimos muy jóvenes en los años 80 pertenecemos todavía a una generación de las renunciadoras me lo decía esa amiga el otro día, sentadas ambas frente a mis padres, aguardando en la consulta de su nueva médica de cabecera.  Es éste un tipo de quehacer que a las mujeres nos sigue correspondiendo más frecuentemente y mayoritariamente: carga sobre carga, deslizándose entre nuestras costillas, seguramente tanto por la perduración  de determinadas inercias grupales durante siglos como por la facilidad con que los hombres aprovechan la diferencia de sensibilidad y percepción entre nosotras y ellos  (hablo en general) ante determinadas situaciones para proseguir en su inveterado escaqueo ancestral.

Hace años, un antiguo jefe que yo tenía en mi trabajo «profesional» (la diferencia entre mi «trabajo profesional» y mi «trabajo literario» no la marco yo: me tomo ambos bastante en serio; la marcan quienes sí me pagan por uno y quienes no me pagan -salvo momentáneas excepciones- por el otro) me hablaba de un compañero recién incorporado: es un chaval muy inteligente y capaz, aunque tiene un defecto: está demasiado involucrado con su familia, le dedica mucho tiempo.

Sé que el tiempo transcurrido desde entonces ha traído ciertas modificaciones positivas (para el conjunto de los grupos sociales occidentales) a esa actitud masculina. La separación neta entre actividades privadas y laborales y sociales era propia de una sociedad en la que los géneros tenían adscritas tareas muy diferenciadas en el conjunto. Conforme las mujeres hemos ido incorporándonos a las funciones laborales y de representación grupal, hemos tenido que desarrollar fórmulas de compatibilización de éstas con nuestras tradicionales tareas privadas. Y creo que poco a poco los hombres también se van dando cuenta de que la multi-tarea es posible. Afortunadamente, la tecnología ayuda.

Digo todo ésto, porque como siempre ando quejándome de mi intermitencia literaria, de mi carga de tareas, etc, etc , pienso que quizás será bueno aquí exponer con cierta claridad que esa intermitencia no se debe en absoluto a arrebatos de temperamento, a depresiones cíclicas, a dudas existenciales o no existenciales… se debe simple y llanamente a que no me da de sí el tiempo, a que cuando tengo un rato, a menudo, estoy agotada.  Porque la vida a ras de suelo, existe, y yo no sé soslayarla (tampoco quiero, claro).

Y digo todo ésto para que se perciba la vida multi-tarea. En Luisamiñana.blog hice referencia hace unas semanas a esta afirmación de la escultora Anna María Maiolino:

(Maiolino) ha afirmado también que en todo caso la impronta femenina de su creación artística consiste en la ausencia de jerarquía, porque la mujer da la misma importancia a todo lo que hace y todo lo que le interesa, la mujer trabaja entre cosas

Suscribo, suscribo, suscribo.

Y digo ésto, porque no quiero que la multi-tarea siga suponiendo una pérdida de oportunidades.  Me canso de ello. Y digo ésto, porque quiero reconocimiento para esa multi-tarea (no hablo de mi caso especialmente; hay multi-atareadas mucho más estresadas que yo). Y digo ésto porque seguramente todavía lo práctico tiene una consideración mucho menos delicada que lo intelectual o lo ejecutivo; y sin embargo, ya se sabe: dejemos de ejecutar lo práctico y la vida intelectual  se volverá mineral.

Y digo ésto, porque me canso de que el silencio de las mujeres de una época pasada (uno de los temas de Pop-pins: ya habréis ido viendo que Pop-pins es multi-temática) se haya convertido en silencio respecto a cuestiones como ésta de la multi-tarea.  Yo lo veo  así.  Es una percepción que advertí con claridad (quiero decir con encarnadura – que no es lo mismo ésto que haber pensado en ello) hace unos días, mientras cerraba el capítulo Ojalá que a mi madre le hubiera gustado el cine: lo advertí pensando en la vida de las mujeres que fueron de la manera en que lo fue mi madre (a la que veía a sus ochenta años sentada en frente de mi, aguardando su consulta con la médica de cabecera),  y pensando en esa actitud de ellas, una actitud que nos dejaron como legado, y contra la cual hemos debido luchar nosotras (las que fuimos muy jóvenes en los años 80) toda nuestra vida. Y aún estamos en ello: tiene narices.

Por éso, digo que todo ésto que cuento aquí también es make on de Pop-pins un (muy largo make on).