El pasado martes, día 14, intervine en una mesa redonda en torno al tema de la identidad digital; en realidad, de las identidades digitales: porque si alguna cosa se puede tener meridianamente clara sobre este asunto es que la red ha propiciado la manifestación y reconstrucción de seres pluri-identitarios. Lo cual no está mal. Quizás puede ser un poco líoso; pero al cabo líosa y multiforme es la vida y el que no lo quiera ver, peor para él.
Cuento ésto porque es evidente que con el tema de la múltiple identidad algo tiene que ver este asunto de Pop-pins. Y conforme voy avanzando un poco en la materialización de la escritura, más convencida estoy de ello. Abordo ahora un capitulillo de sesgo histórico. Y lo realmente diferente para mi en este caso -diferente respecto a otros momentos en que he podido plantear de alguna forma visiones históricas de las cosas, evolutivas diríamos- es que todo en el transcurso de Pop-pins es en realidad tiempo presente. Incluido el tiempo histórico, que por definición es tiempo pasado. La actitud del historiador, y más aún del novelista que sitúa su visión en coordenadas de tiempo pretérito- es siempre la de la apropiación. Creo que en Pop-pins no hay sólo apropiación; hay -o quiero que haya- una devolución al tiempo pasado de la naturaleza de tiempo presente que una vez tuvo. En este proceso los propios personajes de la novela (sobre todo Helia, la narradora) participa de varias identidades: las necesita realmente, pues un ser se compone de muchos, que además son intercambiables (siempre fue así hasta que llego el ser burgués y arrasó).
Pero igualmente eso mismo me debe de estar sucediendo a mi. Recorro de la mano de Helia la misma vía histórica; y transito paralelamente entre las distintas formas que debo adoptar para atender la multiplicidad de manifestaciones pop-pinianas. No hay transformación intermedia (no se trata de mutaciones consecutivas): son simplemente identidades múltiples manifestándose a veces en solitario, a veces todas al mismo tiempo.
Pero todo ésto no lo dije en la mesa redonda del otro día. Sólo vine a afirmar que uno de los derechos inalienables que deberíamos defender a capa y espada es el derecho a ser otro (precisamente para ser realmente dueños de nuestra identidad, que dice el gran e inteligente dosdoce/Javier Celaya)
Me ha gustado mucho la frescura metamórfica de los trabajos de este 3ttman:
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